lunes, 28 de mayo de 2012

Esas felices tardes...




Ya ha llegado, ya está aquí, de nuevo, como cada año…

Sí, la primavera, y con ella, las tardes a solas con los niños. ¡¡Qué ilusión más grande!!! Y todas las tardes me pregunto lo mismo, como unas doscientas millones de veces (en solo cuatro horas): “¿cómo fue, por qué y cuándo decidí yo tener a mis niños?” Sí…. Les quiero mucho, es verdad, por supuestísimo, no los cambiaba por nada ni por  nadie… (Bueno… ejemmmm… por un par de  horillas de siesta, quizásssss???) Pero es muuuuuuuuy duro, síiiiiiiiii, ya sé que es la historia de siempre, lo que dicen todos los padres, la tan manida frase, ya… el caso es que es verdad, se exagera al decirlo… por lo bajo!!! ¡¡¡En realidad es muuuuuuuuuuuuuuuucho más duro!!!

Por las mañanas, suena el despertador a las 7 menos veinte, me levanto a las 7 menos diez, con suerte… me ducho, me visto, me pinto y me voy al trabajo. Vale. Hasta ahí bien, si obviamos el sueeeeeeeeño… Ahora queda pasar 7 horas y media del tirón, en la oficina. Y en eso estás, en plena actividad, hablando con una chica de unos grandes almacenes porque le duele la mano de hacer pinza al ponerle las perchas a las cosas, cuando te llama tu marido de pronto: “Que me ha dicho la seño de Juangui que es muy pegón”… “Ahhhhhh  - le respondo - ¿¿Y qué quieres que haga yo ahora mismo??? ¿¿¿ voy ahora y le regaño al  niño o qué???” “No, solo para que lo sepas!” “Bueno, vale, gracias por la información…” Cuelgas y le sigues preguntando a la chica “Perdona…y…¿Cuántas tortas decías que pegas al día???”

Más tarde estás hablando por teléfono con un empresario sobre el tema de las bonificaciones por no tener accidentes de trabajo y en eso que ves cómo el móvil vibra porque acaba de llegarte un whatsapp y, claro, no te puedes resistir a mirarlo, porque, piensas, puede ser algo urgente (de todos es sabido que las cosas graves y urgentes siempre se dicen por el whatsapp, nunca por la línea normal del teléfono). Lo abro mientras sigo hablando con el hombre y resulta que es de la niñera: “¿con qué meto la “corcha” de tu cama en la lavadora, con blanco o con color?”, y entonces vas y le preguntas al empresario, con el que sigues manteniendo la conversación a la vez: “¿de qué color me ha dicho que es su empresa?”.

Ya más avanzado el día, mientras redactas un informe de riesgo durante el embarazo, te acuerdas de pronto de que tenías que pedir cita con el pediatra, (asociación de ideas, que se llama), y que tienes, además, que pedir presupuestos para que te pongan unos toldos y que ya toca hacer la renta, (asociación de ideas de mentes retorcidas, que se llama también) y te propones hacerlo por la tarde, con la esperanza vana de tener luego un minuto para hacer eso, y lo que es más difícil todavía, acordarte de hacerlo, y sabiendo que lo mismo, exactamente lo mismo, lo pensaste también ayer, antes de ayer, ante-antes de ayer, el otro, y el otro… y con pena admites que seguramente pasará otro mes y no lo habrás hecho, porque no te puedes parar a hacerlo ni ahora, por la mañana, ni luego por la tarde…

Y así, entre unas cosas y otras por fin consigues que den las tres de la tarde y te puedes ir a casa…¡¡¡qué ilusión!!!¡¡¡Aijó, aijó, a casa a descansar, lará lará, lará lará, aijó, aijóooo!!!

Te metes en el coche, pones la radio a toda potencia y emprendes la marcha hacia tu casa a voz en cuello, que para eso tienes el aire acondicionado: para poder llevar los cristales bien subidos y poder cantar a gusto sin que nadie se te quede mirando. Y conforme vas acercándote a tu domicilio conyugal, no sabes por qué pero se te va acabando el fuelle y la alegría…y parece que al coche también… y llegas a la última rotonda (la del helicóptero), que te adelanta hasta el “once”, y eso que va pisando huevos… y es que, inconscientemente, has reducido tu velocidad de tal manera que si la reduces un poco más ya vas para atrás, porque sabes que lo que te espera en casa es, de primeras, mucho estrés, y de segundas, más estrés todavía… y pones el aire todavía más fuerte, a 16º  (ay que ver, que no enfría nada el coche) y se te caen unos chorreones de sudor por la frente que ni Induráin subiendo el Tourmalet, y de pronto se te quita el agujero de hambre que tenías en el estómago y te empieza a temblar tanto el pulso que vas a cambiar de emisora y pones los intermitentes a la vez… El caso es que tardas lo mismo en llegar desde Almanjáyar al helicóptero que desde el helicóptero a casa. Total, si solo he dejado paso en los últimos cuatro pasos de cebra a todos los que veía a 50 metros a la redonda… total!!… Y no es que haya ido detrás de esa bici todo el rato, es que ella iba a mi paso, yo qué le hago??? 

Sin poderlo remediar, llego a la cochera y subo a casa. ¡¡¡¡AY!!! Ya desde que voy en el ascensor escucho gritos de niños (no serán los míos). Noooooo, qué vaaaaaa!!! Son los de Rita… ¡¡¡Aypordiosssssss!!!
Abro la puerta y, efectivamente… vamos, qué drama!!! Lo de “Macbeth” es una sit-comedy al lado de lo que allí está pasando!!! Que si uno no quiere comer, que si la otra tampoco, que si las pequeñas no quieren dormir… Inspiro profundamente e intento poner orden. Al cabo de media hora ya los tengo dominados y durmiendo la siesta. Despido a la niñera y me dispongo a prepararme la comida. En una bandeja, que quiero sentarme delante de la tele y ver algo que me evada. Lo que sea pero que no tenga yo que pensar en nada. Empiezo a pasar canales y termino, cómo no, poniendo Vaugham Radio, que como no entiendo ni jota, es ideal… Y me estoy metiendo el primer bocado de mi exquisito filete con salsa en la boca cuando escucho un alarido descomunal que me corta el riego sanguíneo. “¡No puede ser!!!” pienso. Pues sí… sí es: según una teoría que tengo, parecida a la Ley de Murphy, si por un microsegundo te ha parecido escuchar a tu bebé llorando, ES!! Y dudo entre ir a por la niña ya de ya, o dejarla a ver si se duerme otra vez…y por enésima vez me equivoco, y voy demasiado tarde a por ella, cuando ya ha despertado a todos sus hermanos. Y entonces sí que me entran los sudores de la muerte y un temblor que ya no sabría decir si es de hambre o de impotencia… o de las dos cosas a la vez… y pienso que ojalá estuviera aquí la Súper Nanny para que me cuidaran los niños entre ella y el cámara, manque fuera, mientras yo me dormía una siesta… y mi mente empieza a pensar qué hacer ahora, que son las 4 y media de la tarde y no puedo ir a ningún sitio… y lo único que se me ocurre es decirle a los niños “¿queréis jugar a pintarnos la cara??”
No hay cosa que unifique más a cuatro niños de diferentes edades que el salvajismo, creo yo, así que les dejo hacer…


                       

                                     



                                  






JULIA PINTANDO A BEA


Y luego, que les limpie la cara su padre…

 (Has escuchado "Escenas de Niños - Ensoñaciones" de Robert Schumann).

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