viernes, 26 de octubre de 2012

Según el cristal con que se mire...

Resulta que estaba yo el otro día, bueno, el mes pasado o el otro, en la peluquería, y pensé que era un buen momento para pensar en mi próximo post, pero estaba tan indignada con que la peluquera me estuviera haciendo esperar la friolera de cuarenta minutos, que sólo me venían pensamientos negativos que desde luego no mitigaban en absoluto las fotos del papel couché que estaba mirando mientras tanto. Nada más que veía famosos o pseudo famosos en yates, en playas maravillosas, en saraos, enseñando sus estupendísimas mansiones, y yo ahí sentada, calladamente humillada, echando votos en silencio y jurando y perjurando que no pensaba (no pienso) volver a pisar más esa peluquería. Es que volvemos a lo mismo una y otra vez. Vale, no me van a dar el premio a la clienta del año por mi asiduidad, precisamente, pero afortunadamente, peluquerías puede haber mínimo como cinco o seis en doscientos metros a la redonda, y la próxima vez probaré si en otra son, al menos, más puntuales. ¡Digo!

El caso es que cuando por fin se dignaron a atenderme, se acercó a mí una chica muy amable y me dijo "Señora, pase por aquí... ". 

¡"Señora"!, ¿"Señora"? Oye,  ¡pues que no me está disgustando hoy que me llamen señora! Me siento yo como más elevada, como más importante. ¿Será por el cabreo que tengo?¿Será porque me gustaría ser poderosa y tener el valor suficiente como para alzar mi voz y poder decir lo que realmente pienso de la peluquería y de la nefasta gestión de tiempos que hacen? Pues sí.

Pero no. Pero no lo hice, vaya. Pero sí me puse yo muy digna y muy propia y me creí superior. Bueno, realmente, no superior sino en mi sitio, en el sitio de alguien que por pagar por unos servicios está en pleno derecho de exigir, al menos, un buen trato. Quiero decir, que no pensé, como siempre, que es normal que te traten así, sino todo lo contrario. Dejé que me cortaran el pelo y me peinaran y a la hora de pagar, estuve a punto de decirle a la dueña lo mal que me sentía porque me hubieran hecho perder el tiempo de aquella manera, pero fui malísima y no se lo dije, que es algo mucho peor, porque jamás descubrirán la razón por la que pierden clientes.

Y tiene gracia, ya pensaba yo que había traspasado definitivamente la barrera del "usted" cuando justo un par de semanas después fui al dentista, y  al llamarme "Señora" la auxiliar, de pronto me dí cuenta de que ya no me hacía tanta gracia y que lo que yo más deseaba en ese momento era ser la coleguita más enrollada del dentista y que si era necesario para que no me hiciera daño, le dejaba incluso, si quería, que me tratara de "pisha".