No puedo. Tengo varios posts empezados, pero soy incapaz de
sentarme delante del ordenador de casa para terminarlos. Es una tarea
imposible. Y es porque no puedo con mi alma, principalmente. Apenas logro hacer
lo mínimo imprescindible para no fenecer por inanición o deshidratación. La culpa la tiene el verano. Esta mañana he
escuchado en la radio que va a hacer un verano de mucho calor. Tiene gracia. No
recuerdo yo haber vivido jamás un verano en que hiciera frío. Desde luego, ¿de verdad alguien cobra por decir algo así? Dinero, digo, porque tortas, sí que debería cobrar...
Lo que pasa es que yo estoy muy mal acostumbrada: si voy en
coche, pongo el aire acondicionado, en la oficina casi que paso frío y en casa
no hace mucho calor. Así que cuando tengo que salir alguna tarde a la calle por
lo que sea, creo que me voy a morir. Ahora sé por qué dicen lo de la “bofetada”
de calor. Es verdad que te da bofetada, pero vamos, una bofetada global, por
todo el cuerpo. Maldita globalización….
Ayer no tuve más remedio que salir a la calle para hacer una
de las tareas domésticas más tontas y con las que se pierde más tiempo del
mundo: la compra de comida. La verdad es que no podía pasar por otro punto. Y
cada vez odio más tener que hacerlo. Menos mal que ahora mi amigo Antonio ha
resuelto en parte ese problema con la creación de una empresa que te hace la
compra y te la lleva a casa. Y es genial. Pero siempre están las cosillas esas
que te faltan y que nadie te las trae: la fruta, la verdura, la carne, las
viandas de última hora…
Problemo, problemo... |
Total que me cogí mis once ovejas, mis dos gemelas en su carrito y mis
bolsas y encaminé mis pasos al súper que está cruzando el río. Bueno, antes, como siempre, tenía que bajar a la calle.
Ya os he hablado de la maravilla de ascensor que tengo en el bloque. O la maravilla de carrito que tengo yo... no lo sé... El caso es que tal y como muestra la foto... a ver señores ingenieros, ¿cómo leches hago para meter el carro en el ascensorrrr????? ¿De verdad que a nadie se le a ocurrido hacer un carro que quepa por una puerta de 72 centímetros??? ¿O una puerta de más de 74?? ¡¡Por Dios señoressssss, (porque tienen que ser hombres, de eso estoy segura), por Diosssssss, que ya estamos en el 2012!!!!! ¿¿No se les da a ustedes nada que mis chiquiturras tengan que ir estrujadas mientras bajamos o subimos??? Que a lo peor por eso son chiquiturras, por el despachurramiento extremo al que son sometidas todos los días varias veces...
Las pobres despachurradas... |
Después de estos y otros obstáculos normales de siempre, llego al súper, que por cierto,
no he visto un supermercado más incómodo para comprar con un carro de gemelas…
¡¡¡Otras mentes pensantes!!!! ¡¡¡¡Señores, (estos que han diseñado el súper seguro que también son hombres, y pondría mi mano en el fuego de que además, no tienen niños) que no quepo por los pasillos!!!! ¡¡que tengo que
recular cuando viene alguien de frente!!!!
Y encima, con la cesta de la compra enganchada en el manillar del carro,
a modo de remolque: para subir nota. Que me tenían que convalidar ya el carné de camión
con remolque. ¿Y lo de meterse en el
ascensor del súper para bajar a la planta inferior (claro, no va a ser la
superior), y dar una vuelta de 360º con el carro y el remolque dentro???? ¡¡Bueno, bueno, eso ya,
ni os digo!! Y luego me pregunto yo que cómo
me hago tantos moretones en las piernas… ¡¡pues no maldigo yo veces al que
inventó las cestas estas y la altura que tienen!!! ¡¡Justo tengo que darme
siempre en las espinillas. ¡¡¡Con lo que duele!!!
Lo único bueno de todo es que las niñas son benditas y no
dicen ni pío y aguantan como jabatas a pesar de lo lenta que voy yo. Aunque en
realidad sospecho que disfrutan viendo las maniobras que tengo que hacer para
pasar por todos los pasillos sin llevarme nada (o nadie) por delante.
Y así, como siempre, lo que iba a ser “comprar tres
cosillas” se convierte en “comprar dos bolsones llenos”. Todo colgado de las
asas, of course. Cualquier día se me
descuajaringa el carro en mitad de la calle. ¡¡No quiero ni pensarlo!!!
La primera rampa... |
Salgo del súper y me encamino hacia mi dulce hogar. Desde el
puente veo la calle que tengo que subir, que es un falso llano. Y yo ya voy con
la lengua afuera. ¡¡Y con este calor...!! Giro en mi calle y al fondo veo la
rampita de minusválidos de mi portal. Debe de tener como 4 metros de largo por 1,20
de altura, creo yo, así a grosso modo. Y
tengo que dar dos giros de 90º en ella. ¡¡¡Tooooma ya!!! Otra mente pensante, el que la diseñó. Este aparte de ser hombre y sin hijos, era estéril (jijijiji).
Me mentalizo a mí misma, inspiro profundamente, y tomo un poco de carrerilla para subir. Me
arrepiento al instante de llevar tacones: ir guapa y de compras con el carrito
no es compatible, está claro. Por suerte, la suela de los zapatos es de goma y
agarran bien, lo que me ayuda a coronar la cima con éxito. ¡¡Uffffffff!!! Ya voy muerta. Ahora a entrar en
el portal. ¿no sale nadie que me sostenga la puerta??? ¡¡Claro, quién va a salir
con estos calores!!! Total, que cierro
un poco el carrito para que pueda pasar por el quicio, y me meto, no sin que se
me engachen veinte veces alguna de las cuatro ruedas en el marco. (Otra retaíla de maldiciones al que diseño la puerta del portal). Sigo andando con las ruedas traseras
solamente, con el carro hacia atrás, porque está a medio cerrar, y me dispongo
a abordar la siguiente cuestecita que me llevará al ascensor. ¡¡¡Esta sí que me
gusta!!! No sé por qué, pero aunque es más corta que la anterior, ¡¡¡esta rampa es
maldita!!! ¡¡Me cuesta horrores subirla!!!
La segunda rampa... |
Hago lo mismo: cojo un poco de carrerilla y me lanzo. ¡¡¡Y….y…
y me quedo a 15
centímetros del final!!! ¡¡Ahí clavada, ni para delante, ni para atrás!!! No puedo con el carro,
no puedo dar un paso más, pesa demasiado, se me están escurriendo los zapatos…
pero no quiero dar mi brazo a torcer, no quiero ir para atrás, porque además,
temo que con los kilos que lleva y la cuesta abajo me haga daño.
Miro hacia la puerta, suplicando que entre alguien en ese
momento, en ese preciso momento, que me ayude, ¡¡¡que me dé un empujón en el culo o lo que
sea!!! Pero no entra nadie. Claro, ¿¿quién va a entrar con estos calores???
Así que solo estamos mis brazos y mis piernas, que flaquean,
y mi fortaleza mental, que no quiere que un puñetero carrito y una mini rampa
me venzan. Así que inspiro profundamente y hago un último mega esfuerzo y por fin logro llevar el carro a la cumbre.
¡¡¡¡Biennnn!!! No me lo creo, la verdad…
Pero estoy destrozaíca viva.
Lo cierto es que podía haber quitado las bolsas del carro y
todo me habría sido mucho más fácil, pero yo soy así. Y ahora resulta que las
tengo que quitar para meterme en el ascensor. ¡¡Aypordios, de verdad, qué
ganicas tengo de quitarme de la vista este carro que tanto cohíbe mi
personalidad!!!
Llego a casa como si hubiera corrido los mil quinientos metros
obstáculos. ¡¡¡Lo que me faltaba a mí hacer con este calor, tanto esfuerzo!!! Lo
primero que hago es beberme un litro de agua y sacar a las peques del carrito.
Y con el corazón todavía en la boca, calculo mentalmente el pico que me ahorro yo todos los meses en gimnasios. ¡¡Ay, el que no se
consuela, es porque no quiere!!!